viernes, 12 de septiembre de 2008

Hotel Rwanda (2004)



¿Existe la casualidad? Ya sé que la pregunta es más tópica que un andalú vestío de corto contando chistes, pero a veces los tópicos se cumplen (córcholis, es que si no, no serían eso: lugares comunes…).

Hace unos días mi querido Fer publicó una entrada en su blog , y en mi comentario mencioné el aluvión de sensaciones, nada agradables, que me despertaba la lectura de reportajes sobre matanzas (lo normal, vamos). Esto dice muy poco de mí: en primer lugar, que soy una cobarde, de las que prefieren cerrar el periódico, cambiar de canal o bloguear diciendo estupideces. Pero también aludí a las matanzas de Ruanda – Burundi, a modo de ejemplo. Y hete aquí que el destino, en forma de musa del zapeo-altas-horas-de-la-noche (zapping para puristas), me condujo de nuevo a una de esas películas que jamás, jamás, iría a ver al cine (ya hablé de esto en otra entrada anterior).

Estábame yo, anoche jueves día 11, haciendo tiempo para ver las series americanas y triviales de la Fox, segundo pase (en concreto, Shark y Boston Legal -ojo, que los enlaces no están actualizados: las series no se emiten en el horario ni día indicados en la web de Fox, reaccionarios hasta para eso, mea culpa non est), cuando caí en la TV Canaria (que de vez en cuando, a horas normalmente impropias, salvo excepciones, pone algo que valga la pena; de resto, juzguen Uds.), y me topé, ya empezada, con la película HOTEL RWANDA, de 2004.

(Nota: a ver cuándo una tele pública -¿ein?- como la autonómica deja de cortar los créditos finales de las películas para meter con calzador en el teletiempo-máquina del dinero publicidad varia, que en este caso cortaron no ya quién era la maquilladora, sino hasta los textos finales que salían como epílogo, necesarios y ávidamente esperados por el espectador).

Enlaces sobre Hotel Rwanda:

-Cómo se hizo, críticas, enlaces… en La Butaca
-Ficha
-Crítica en “Miradas de Cine”
-Web oficial de la película (recomendable hasta la banda sonora)
-Para ver tráiler (inglés; dar a “view trailer” y luego en la ventana que se abre a “high”)


La terrible imagen del machete


No soy quién, por mi manifiesta ignorancia, para comentar la “true story” en que está basada la película (la horrible verdadera historia). Quien quiera datos y análisis, puede consultar la bitácora-moleskine del amigo Pcbcarp, por ejemplo esta entrada u otras. O documentarse donde quiera, claro está.


En realidad, tengo muy pocos ánimos para comentar la película, que era la intención de esta entrada. Supongo que todos los lectores de este humilde blog ya la habían visto, como debe ser, y no como la procrastinadora floja y cobarde que soy. Así que poco hay que decir. Y si no la han visto, advierto de que voy a contar escenas de la película enteritas.

Sólo quiero resaltar un par de aspectos, detalles y escenas, que me parecieron geniales, tanto por la concepción de las mismas como por su efectividad dramática y narrativa (con el género del cine me lío: entiéndase dramática no como “teatral” sino en su acepción emocional). En primer lugar, debo confesar que vi la peli, -empezada, ya digo-, parapetada tras un cojín protector y con el gato a mano por si había escenas de mucha violencia explícita o de excesiva tensión emocional (a veces esto último me desarma más que lo primero). Y pude acabar de verla, a pesar de que el demonio de la procrastinación me susurraba: “cambia de canaaaal”, “esto no te convieeeneee”.

Me enganchó su sobriedad a la hora de contar tan terrible, macabra, desproporcionada y sin embargo, para nuestra vergüenza, verídica historia; la magnífica interpretación de Don Cheadle (protagonista, interpretaba al gerente del hotel, Paul Rusesabagina), y detalles de guion absolutamente sublimes. Empiezo, y creo que al final sí que voy a desparramarme escribiendo.

1.- La relación de pareja entre el gerente, Paul, y su esposa Tatiana (interpretada por Sophie Okonedo): habría tanto que decir… Hay rasgos de humor tan tiernos que no trivializan en absoluto la historia, sino que al mismo tiempo que dan -apenas- un respiro al espectador, otorgan credibilidad a la narración y a la construcción de los personajes (no hablo de la realidad: hablo de la ficción, pues una obra artística es, al fin y al cabo, ficción, por muy realista o basado en hechos reales que sea).


Para muestra, un botón: Paul busca con desespero a su familia tras la entrada de los milicianos en el hotel, en medio del caos sangriento, después de conseguir a duras penas que el corrupto oficial de policía adicto al scotch se avenga a “proteger” el hotel donde se refugian cientos de personas –las “cucarachas”: deshumanizar al enemigo…-; previamente, en otra escena muy lograda, que comienza con una especie de cena romántica –esos pequeños oasis hacen posible la vida en el infierno: el lema del hotel, de propiedad belga, era precisamente eso: un oasis en África…)- el gerente había arrancado a su esposa la promesa, trágica y numantina, de arrojarse con sus hijos por la azotea en caso de que las hordas asesinas entraran en el hotel, antes que sufrir todo tipo de torturas y morir bajo el machete.

Paul no encuentra a su familia, se teme lo peor, se desmorona; de pronto, escucha un gemido proveniente del baño anexo: entra corriendo, abre la cortina de la bañera… y allí está toda su familia, en la tina, y su mujer, como una leona herida que defiende a sus cachorros, grita, ruge, y apunta al posible atacante (en realidad, a su marido) con la ducha de teléfono… de la que no sale ni gota porque hace días que les han cortado el agua en el asedio al hotel donde se esconden las “cucarachas”. Imagínense el horror, la angustia, las emociones descontroladas de ese momento. Y Paul (el personaje), tras abrazarla y tranquilizarla, le dice a Tatiana: “Pero ¿qué ibas a hacer tú con esto, mujer?” (refiriéndose a la ducha inane…), y ambos ríen y lloran al mismo tiempo.

2.- El propio personaje de Paul, el gerente, enchaquetado casi todo el metraje de la película, vistiendo en cuerpo pero sobre todo en alma el uniforme de perfecto hotelero complaciente al máximo con sus clientes selectos. En el oasis del hotel de lujo, adoctrinado por los dueños europeos, sintiéndose uno de los suyos, Paul aplica al detalle la máxima de la hospitalidad, el confort y la calidad del servicio al cliente. Ante todo, “el estilo”:

Dube: Aah, that is a fine cigar, sir!
Paul Rusesabagina: This is a Cohiba cigar. Each one is worth 10,000 francs.
Dube: 10,000 francs?
Paul Rusesabagina: Yes, yes. But it is worth more to me than 10,000 francs.
Dube: What do you mean, sir?
Paul Rusesabagina: If I give a businessman 10,000 francs, what does that matter to him? He is rich. But, if I give him a Cohiba cigar straight from Havana, Cuba. Hey, that is style, Dube.
Dube: [smiles] Style!

Incluso trae personalmente un té al periodista británico David, y le repara el aire acondicionado (por cierto, que el periodista se lo pide, qué morro: vete a pedirle al gerente del Hilton o del Ritz que te arregle la cisterna del váter), justo antes de que Jack, “el cámara-que-busca-la-verdad”, personaje interpretado por Joaquin Phoenix, traiga la cinta de video donde acaba de grabar las matanzas a solo un kilómetro del “oasis” del hotel. En ese momento, Paul, agachado arreglando el aparato del aire, ve con estupefacción horrorizada las imágenes que ni él mismo creía. Y piensa, como cualquier hombre de bien, que la difusión de esas imágenes pondrá en marcha la ayuda y la intervención de la comunidad internacional.


Supongo que lo del aire acondicionado es una excusa de guion para que el gerente estuviera en la habitación de los periodistas a tiempo de ver ese video, pero no deja de ser significativo su excesivo espíritu exquisitamente servicial hacia los que él considera aliados, amigos, iguales: los blancos.

Paul Rusesabagina: I am glad that you have shot this footage and that the world will see it. It is the only way we have a chance that people might intervene.
Jack: Yeah and if no one intervenes, is it still a good thing to show?
Paul Rusesabagina: How can they not intervene when they witness such atrocities?
Jack: I think if people see this footage they'll say, "oh my God that's horrible," and then go on eating their dinners.
[pause]
Jack: What the hell do I know?


Ni cuando el desalentado jefe de la unidad de cascos azules, el Coronel Oliver (Nick Nolte), después de que las tropas enviadas por los belgas, tan esperadas, desalojen sólo a los blancos del hotel y del país, le espeta que para el mundo “civilizado”, Occidente, ellos no son nada, o lo que es peor, son mierda (sic), no por ser negros, sino por ser africanos (You're black. You're not even a nigger. You're an African), Paul sigue pensando, o agarrándose como pueda a la esperanza, que la comunidad internacional intervendrá, que no pueden quedar impasibles ante el genocidio.

Nota: “actos de genocidio”, los llamaban los políticos blancos; en la película se oye una entrevista a una política que usa repetidamente ese término, y se le pregunta: “¿Hay alguna consigna dada para utilizar siempre la expresión “acto de” antes de la palabra “genocidio”? o ¿cuántos “actos de genocidio debe haber para que se hable realmente de genocidio? –cito de memoria. Hay que joderse con la manipulación del lenguaje: como lo de los efectos colaterales o el fuego amigo.


El personaje de Paul es un hombre servicial, sí, pero inteligente, muy inteligente. Sus exquisitos modales le sirven para solventar situaciones extremadamente peligrosas, como cuando el jefe de los milicianos le pide el registro de clientes para acabar con las “cucarachas”, y él aduce que debe darse una ducha (y embutirse su traje de chaqueta, claro está) e invita a los salvajes a cervezas, para ganar tiempo y llamar a Bélgica, a la central de la compañía hotelera (se lucen también los belgas). La conversación con el personaje interpretado por Jean Reno, Mr. Tillens, está llena de dignidad. Se despide de su superior, le anuncia que los van a matar a todos… y le da las gracias. Escalofriante. Su gestión obtiene un éxito momentáneo.

Toda la película está llena de momentos así. Pequeñas victorias de Paul ante la muerte inminente, ardides exquisitos para burlar al monstruo multiforme, aprovechando sus propias debilidades: su corrupción, su avaricia, su vanidad, su ignorancia y rudeza, (como con el personaje del General Bizimungu, al que engaña bien con supuestos satélites-espía de los americanos, bien con amenazas de sumarísimos juicios por genocidio), su cobardía (personaje de Gregoire), su propio odio. Días, a veces horas, robados a la muerte de mil cabezas. Como decía Desdémona en Otelo: “No me mates esta noche”. Arañar minutos, no sólo para él, sino para los otros que están a su cargo (empezando por su esposa), sobrevivir.

Cuando acepta la ineluctabilidad del destino que les aguarda, a su familia y a los huéspedes del hotel, cuando ya no se puede hacer más que salvar el propio pellejo (We can only save ourselves), Paul los insta a llamar a todos los contactos que tengan en el extranjero para lograr ayuda, y presionarlos, impedir que se excusen, que se inhiban, que miren a otra parte: avergonzarlos.

Paul Rusesabagina: There will be no rescue, no intervention for us. We can only save ourselves. Many of you know influential people abroad, you must call these people. You must tell them what will happen to us... say goodbye. But when you say goodbye, say it as if you are reaching through the phone and holding their hand. Let them know that if they let go of that hand, you will die. We must shame them into sending help.

(Claro está que los huéspedes del hotel cuyo dinero ha servido para mantener a raya durante un tiempo a los asesinos, son la élite: nada que ver con los miles de asesinados en las calles, en todo el país, mutilados, torturados, violados…)

El personaje de Paul es magnífico, literariamente hablando (no sólo éticamente). Cuando ve la realidad del abandono, la indiferencia, de los que él consideraba sus amigos, sus iguales, comienza su paulatina transformación. El gerente del hotel más lujoso de Rwanda entiende al fin que todo ha sido un engaño más de la avaricia colonialista occidental, y el personaje entra en su primera crisis: la destrucción de su propia identidad.

Paul Rusesabagina: They told me I was one of them, and I... the wine, chocolates, cigars, style... I swallowed it. I swallowed it, I swallowed all of it. And they handed me their shit. I have no... no history. I have no memory. I'm a fool, Tati.
Tatiana Rusesabagina: You are no fool. I know who you are.


Y en esa transformación el personaje, como buen protagonista de una narración social, va pasando del “yo” al “nosotros”, es la “toma de conciencia”, que se inicia con el acogimiento no ya de los huéspedes perseguidos más o menos ricos sino de huérfanos y otros eslabones débiles de la sociedad (que NO TIENEN a nadie a quien llamar por teléfono, por cierto).

[last lines]
Pat Archer: [walking with family towards bus] They said that there wasn't any room.
Paul Rusesabagina: There's always room.


En este viaje personal y social del protagonista, como héroe épico, incluso abandona a su familia (pensando que los envía a un lugar seguro), lo que antes era impensable, para permanecer junto a los desfavorecidos, los que no han podido “avergonzar” a nadie para obtener un visado, incluido el personal del hotel, que aún mantiene, en un simbolismo sobrecogedor, sus uniformes de botones, de doncellas, camareros…

Y volvemos al traje de chaqueta y corbata de Paul.


Sólo en los últimos momentos de la película lo vemos con camisa de manga corta, al final con barba de días (por otra parte, les habían cortado el agua: deben usar las reservas de la piscina de lujo, me imagino que con cloro incluido, para beber y cocinar). ¿Cuándo viste por última vez el traje, el uniforme impuesto por occidente?

Las provisiones del hotel se han acabado. Es un asedio. Paul debe salir, ante el horror de su mujer, a abastecer la despensa. Acude con Gregoire a la guarida de George Rutaganda.


[about the Tutsi]
Paul Rusesabagina: You cannot seriously think that you can kill them all.
George Rutaganda: And why not? We are halfway there already.


Allí puede ver el espanto de las mujeres enjauladas, desnudas, heridas, violadas, esperando el tormento y la muerte.

Tras la compra de legumbres y bebidas, con una sonrisa siniestra Rutaganda le indica a Paul que vuelva al hotel por la carretera del río: “Está despejada”. Es de noche, hay niebla. De pronto la furgoneta comienza a balancearse bruscamente, Paul le grita a Gregoire que se ha salido de la carretera, le pide que pare. Sale de la furgoneta, tropieza y cae. Para su horror, se da cuenta de que ha caído sobre un montón de cadáveres destrozados a machetazos, que esos eran los “baches” que impedían avanzar a la furgoneta. Sale la luna, se disipa algo la niebla: la carretera es un reguero de incontables cuerpos mutilados, más allá de donde alcanza la vista. Paul entra en el vehículo, ordena a Gregoire dar marcha atrás y volver por otro camino (ya ha visto lo que Rutaganda pretendía), y sobre todo, le ordena “no digas nada, absolutamente nada de lo que has visto a nadie, ¿entendido?”.

Cuando llega al hotel, después de pedir a Dube que descargue los víveres, Paul advierte que los puños y el cuello de su inmaculada camisa están manchados con la sangre de los asesinados; va a ducharse y cambiarse; aún mantiene el tipo. Se vuelve a poner una camisa limpia y bien planchada; el traje de chaqueta cuelga en el vestuario en un gancho, al fondo, aguardando ser vestido por su percha humana; Paul agarra una corbata y comienza a hacerse el nudo. No le sale, se equivoca, vuelve a intentarlo; el nudo es perfecto pero la parte posterior de la corbata, la más estrecha, cuelga demasiado, no guarda proporción. Paul se sonríe, incluso suelta una risita, y masculla algo así como “ah, esta es de las que me mandé hacer yo” (no lo recuerdo bien, cito de memoria), e inicia de nuevo, con movimientos precisos y eficientes, tan característicos de él, el proceso de anudado de la corbata… Hasta que de pronto su ceño se arruga, su boca se contrae, se arranca la corbata incongruente como si se estuviera ahogando, se abre la camisa casi desgarrándola, rompiendo los botones, y muestra el torso desnudo, inerme, desamparado sin la coraza que le proporcionan su contención y sus modales de perfecto caballero y anfitrión, se araña el pecho desesperado y prorrumpe al fin en el llanto más amargo, en la explosión de sentimientos y emociones largamente acallados, postergados.


Dube llama a la puerta. “¿Se encuentra bien, señor?”, y Paul, hecho un ovillo en el suelo, arrastrándose para impedir que su empleado entre en el vestuario, responde con la voz rota que sí, que ahora sale, que no pasa nada, en la soledad de su propio infierno, del infierno que se ha desplegado ante sus ojos en toda su magnitud.
………………


Diálogos de Paul Rusesabagina:


5 comentarios:

Fer dijo...

Bufff, Alma Cándida, no había visto la película... pero por lo que cuentas y recomiendas, tiene toda la pinta de ser la típica que me saca de los nervios. Intentaré verla cuando pueda, no obstante.

PD: gracias por la publicidad, de paso.

Paula - Canarias dijo...

Fer, ya digo que yo no hubiera visto la película si esta no me hubiera pillado desprevenida; seguramente la tensión hubiera sido para mí insoportable en una sala de cine. De todas formas es destacable la contención del director para contar la historia, tan terrible.

Un acierto más, aunque diga moralmente muy poco de mí como espectadora (y de otros como yo): el hecho de escoger a los protagonistas entre la elite de la sociedad rwandesa, la más europeizada, la que cuenta con más dinero. Así el espectador occidental se identifica más (¡no puede dejar de identificarse!) con la historia: no es (en expresión idiomática española) "una merienda de negros"; no es algo ajeno a nosotros. Paul y Tati, o los huéspedes del hotel, podríamos ser cualquiera de nosotros; su esperanza de ser salvados, su incredulidad ante los hechos, su confianza en los aliados occidentales, en la intervención de la comunidad internacional, el no creer que los abandonan a su suerte... Lo mismo que nos podría ocurrir a nosotros (por poner un caso disparatado: si invadieran las Canarias...). No cabe el alejamiento emocional de los personajes. No llevan taparrabos. Sé que lo q digo es muy duro, MUY INCORRECTO, pero es q todavía me enferma que los propios alumnos de la ESO y hasta Bachillerato -de IES de barrio bien marginal, oiga- digan que "esos negros que vienen tienen dinero: llevan móviles, relojes.." Yo me indigno y me enciendo: ¿sólo podrían venir en las pateras jugándose el cuello si fueran en handrajos, balbuceando "sí bwana"...?

Paula - Canarias dijo...

Ups, se me coló la H en "andrajos" (supongo que híbrido mental mío entre "harapos" y andrajos"), sorry.

Capazorros dijo...

Pues habra que verla.
Pasaba por aqui.

nsgtskr

Paula - Canarias dijo...

Capazorros, pásate cuanto quieras, bienhallado seas.

Seguro que tú no la ves como yo, escondido detrás de enorme almohadón y agarrando la patita de tu gato: tú, con birra en la mano y despatarrado en el sofá, ¡di que sí, machote! (es de cariiiiiñooo):)