miércoles, 20 de febrero de 2008

Digresión del Manifiesto en favor de la pereza

La pereza y la memoria.

Está científicamente demostrado que los perezosos tenemos poca memoria. Bueno, en realidad no sé si está científicamente demostrado (también habría que ver qué se entiende por “científico” a estas alturas, y no crean que lo digo por Iker Jiménez ni por Muy interesante, ni siquiera por los psicoanalistas lacanianos et al), pero a mí me parece indudable y me da pereza comprobarlo en Internet u otras fuentes con más solera aunque igualmente, o más, trabajosas (ríanse, ríanse los avezados internautas: a mí me cuesta menos abrir una enciclopedia, aunque tenga que desplazarme a la Biblioteca Pública, que navegar entre las algas y rémoras de la llamada red).

¿Por dónde iba…? Ah, sí: que los perezosos tenemos poca memoria. O una memoria singular, selectiva (sin que uno conozca ni domine los mecanismos que operan para dicha selección), aleatoria y a veces alterna, como la corriente. Memorias paralelas donde se confunden lo vivido y lo aprendido, lo inventado y lo soñado, lo temido, lo repudiado, lo añorado. Lo que fue y lo que debió ser, como decían los clásicos que debía mostrar la tragedia a sus protagonistas: el hombre, convertido en héroe, no como es, sino como debe ser. La memoria nos devuelve el pasado, pero también lo confunde.

Otra característica que tenemos los perezosos es que solemos salirnos bastante por la tangente, como queda demostrado. Cuán trabajoso y esforzado -incluso forzado- resulta articular un discurso expositivo-argumentativo coherente. Cuán delicioso, sin embargo, dejar que fluyan muellemente las palabras incluso antes que las ideas, sin ponerles freno. Y quién me impide a mí que me deje llevar por esa corriente perezosa, relajada, gatuna, si no debo cuentas a nadie (Sangoogle no me oiga), ni me van a pagar a tanto la palabra, si no me va a leer ni mi madre (sobre todo ella, mi madre), ni es la hora aún de la cena.

Notas para otras posibles digresiones: discurrir de la conciencia, cómo trabajar su propia pereza, pereza y creación, perezosos ilustres, y... (vaya, ¡se m’ha olvidao!)

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